Erase una vez una pequeña muy dulce, a la que todo el mundo quería, con sólo verla una vez; pero quien más la quería era su abuela, que ya no sabía ni qué regalarle. En cierta ocasión le regaló una caperuza de terciopelo rojo, y como le sentaba tan bien y la niña no quería ponerse otra cosa, todos la llamaron de ahí en adelante Caperucita Roja.
Un buen día la madre le dijo:
- Mira Caperucita Roja, aquí tienes un trozo de torta y una botella de vino para llevar a la abuela, pues está enferma y débil, y esto la reanimará. Arréglate antes de que empiece el calor, y cuando te marches, anda con cuidado y no te apartes del camino: no vaya a ser que te caigas, se rompa la botella y la abuela se quede sin nada. Y cuando llegues a su casa, no te olvides de darle los buenos días, y no te pongas a hurguetear por cada rincón.
- Lo haré todo muy bien, seguro - asintió Caperucita Roja, besando a su madre.
La abuela vivía lejos, en el bosque, a media hora de la aldea.
Cuando caperucita partió pensaba:
–mi madre cree que yo soy una boba, ja… yo no me voy a caer ni nada por el estilo, además no le tengo miedo a este bosque ni a nada-
De repente, escucho un fuerte gruñido y al mirar al lado salió el lobo con un alto brinco. La miraba deseosamente y babeaba, pues sentía ese olor suculento de caperucita. Ella lo miro tranquilamente y ni se asusto.
-¿Qué te pasa?, ¿te duele algo?- , el lobo extrañado le respondió –umm… nada… creo-, tocándose la cabeza desconcertado.
El lobo decidió olvidar ese momento y volvió a tomar su postura de depredador, entonces caperucita corrió fuertemente y se le tiro encima abrazándolo tan fuerte que lo desesperaba, le decía cosas lindas y lo consentía, obviamente ella lo único que quería era molestarlo, le parecía un lobo tonto y ridículo.
El lobo, se dio cuenta después de tantos mimos de la niña hacia el que lo estaba engañando, mejor dicho que se estaba burlando de el. Entonces le pregunto:-¿para donde vas caperucita?- con una vos muy sutil, entonces ella le respondió con mucha confianza, -voy para donde mi abuela a visitarla y llevarle algunas cosas-, ella pensaba que ya había manipulado al lobo y se confió plenamente. Entonces el lobo le pregunto:
-¿te acompaño caperucita?-
-¡bueno si eso quieres, igual me caíste muy bien!, ella se burlaba del lobo profundamente.
Entonces el lobo le sugirió que se fuera a buscar unas flores muy hermosas que había en el fondo del bosque y que además el se tenia que ir y por eso ya no la podía acompañar. Caperucita fue engañada por el lobo, le salió el tiro por la culata, así que se fue por el camino que le dijo el lobo y así el se aprovecharía de la situación, llegaría mas rápido y se las comería a las dos y además se vengaría del pequeño engaño de caperusita.
Cuando el lobo llegó a la casa de la abuela se hiso pasar por caperucita, toco la puerta y ella le pregunto:
- ¿Quién es?
- Soy Caperucita Roja, te traje torta y vino; ábreme.
- No tienes más que girar el picaporte - gritó la abuela-; yo estoy muy débil y no puedo levantarme.
El lobo giró el picaporte, la puerta se abrió de par en par, y sin pronunciar una sola palabra, fue derecho a la cama donde yacía la abuela y se la tragó. Entonces, se puso las ropas de la abuela, se colocó la gorra de dormir de la abuela, cerró las cortinas, y se metió en la cama de la abuela.
Caperucita Roja se había dedicado entretanto a buscar flores, y cogió tantas que ya no podía llevar ni una más; entonces se acordó de nuevo de la abuela y se encaminó a su casa. Se asombró al encontrar la puerta abierta y, al entrar en el cuarto, todo le pareció tan extraño que pensó: ¡Oh, Dios mío, qué miedo siento hoy".
Y dijo:
- Buenos días, abuela.
Pero no obtuvo respuesta. Entonces se acercó a la cama, y volvió a abrir las cortinas; allí yacía la abuela, con la gorra de dormir bien calada en la cabeza, y un aspecto extraño.
- Oh, abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!
- Para así, poder oírte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Para así, poder verte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué manos tan grandes tienes!
- Para así, poder cogerte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué boca tan grandes y tan horrible tienes!
- Son para comerte mejor.
No había terminado de decir esto el lobo, cuando saltó fuera de la cama y devoró a la pobre Caperucita Roja.
Cuando el lobo hubo saciado su voraz apetito, se metió de nuevo en la cama y comenzó a dar sonoros ronquidos. Acertó a pasar el cazador por delante de la casa, y pensó: "¡Cómo ronca la anciana!; debo entrar a mirar, no vaya a ser que le pase algo". Entonces, entró a la alcoba, y al acercarse a la cama, vio tumbado en ella al lobo.
- Mira dónde vengo a encontrarte, viejo pecador! – Dijo -; hace tiempo que te busco.
Entonces le apuntó con su escopeta, pero de pronto se le ocurrió que el lobo podía haberse comido a la anciana y que tal vez podría salvarla todavía. Así es que no disparó sino que cogió unas tijeras y comenzó a abrir la barriga del lobo. Al dar un par de cortes, vio relucir la roja caperuza; dio otros cortes más y saltó la niña diciendo:
- ¡Ay, qué susto he pasado, qué oscuro estaba en el vientre del lobo!
Y después salió la vieja abuela, también viva aunque casi sin respiración.
Caperucita Roja trajo inmediatamente grandes piedras y llenó la barriga del lobo con ellas. Y cuando el lobo despertó, quiso dar un salto y salir corriendo, pero el peso de las piedras le hizo caer, se estrelló contra el suelo y se mató.
Los tres estaban contentos. El cazador le arrancó la piel al lobo y se la llevó a casa. La abuela se comió la torta y se bebió el vino que Caperucita Roja había traído y Caperucita Roja pensó: "Nunca más me apartaré del camino y además no es nada bueno desobedecer."
martes, 25 de agosto de 2009
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